viernes, 5 de octubre de 2012
Una legislación revolucionaria para la época -Archivo CLARÍN 10 de Febrero del 2000
La provincia de San Juan tubo un rol muy importante en los derechos femenino ya que fue la primera que promulgó una nueva Constitución que estableció por primera vez en el país el derecho de voto para la mujer.
La constitución sanjuanina se basó en un proyecto del gobernador Alfo Cantoni quien, junto a su hermano Federico fundó el Partido Bloquista, una escisión del radicalismo que se oponía a Yrigoyen.
TRANSFORMACIONES DEL DERECHO FEMENINO - Fuente Diario Clarín Martes 9 de Agosto 2005
La retórica que utilizo Eva Perón buscaba obtener legítimidad para el estatuto ciudadano femenino a través del clásico discurso familiarista . La idea de una mujer que integrase la sociedad argentina a título individual , de acuerdo con proyectos personales y no solo en función de lazos familiares , era todavía impensable en esa épóca ,pero fue una búsqueda hacia una nueva imagen de la mujer que con mucho esfuerzo logró independizar cada vez más.
" Hay tres leyes del peronismo que son importantisímas para las mujeres : la del divorcio , que duró poco , la de adopción y la de igualdad de los hijos legítimos e ilegítimos ", enumera la historiadora Dora Barrancos , directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la UBA.
Sus primeros comienzos...
Eva Perón decida a ofrendar su vida en pos de sus ideales , realiza sus primeras intervenciones para que la mujer argentina alcanzara el uso de sus derechos cívicos .
EL MECANISMO DEL SUFRAGIO - Fuente : Clarín Jueves, Octubre 11 de 1951-
En lo referente a la emisión del voto el procedimiento que
debieron cumplir las mujeres era similar al de los hombres ; a través de la
libreta cívica la sufragante se debía
presentar ante el comicio que corresponda a su domicilio , efectuada esta
operación , la ciudadana debía entregar su libreta a la presidenta de mesa , la
que luego iba a verificar su identidad y le haría entrega de un sobre a cada
mujer para que colocara su voto dentro
del cuarto oscuro.
Más allá de que pasaron más de 60 años las primeras mujeres
en votar de la argentina lo hicieron con el mismo derecho que los hombres
y de la misma forma que se efectúa el voto actualmente para todos los
ciudadanos de la nación.
SU voz y el anuncio de TODAS
“Mujeres de mi patria: recibo en este instante de manos del gobierno de
la Nación la Ley que consagra nuestros derechos cívicos, y la recibo ante
vosotras, con la certeza de que lo hago en nombre y representación de todas las
mujeres argentinas, sintiendo jubilosamente que me tiemblan las manos al
contacto del laurel que proclama la victoria. Aquí está, hermanas mías, resumido en una letra apretada de pocos
artículos una historia larga de lucha, tropiezos y esperanzas...”
Un poco de historia...
A comienzo del siglo XX el modelo femenino en la Argentina estaba cambiando.
Las mujeres, aún aquellas que tenían su ámbito de desarrollo en el seno del
hogar, aprendieron de los hombres y de las noticias que les llegaban desde
Europa y Estados Unidos, que ellas también tenían derechos.
Para la legislación de esos años las mujeres no tenían presencia cívica,
dependían de su padre y, de ser casadas, de su esposo.
A partir de 1919 varios diputados comenzaron a presentar proyectos de
ley para instaurar el voto femenino obligatorio. Pero ellos chocaban
constantemente contra los mismos prejuicios, que colocaban a la mujer en una
situación de reiterada duda con respecto a su capacidad y madurez para hacer
uso de ese derecho.
En 1927, en la provincia de San Juan, el entonces gobernador Federico
Cantoni sancionó una nueva Carta Orgánica para la provincia que, entre otras
novedades, extendía el voto a las mujeres.
Según el nuevo texto, las mujeres no sólo tenían derecho a votar sino
también a ser elegidas para desempeñar cargos públicos. En abril de 1928 ellas
tuvieron ocasión de estrenar sus libretas cívicas y dieron una sorpresa: votó
el 97 por ciento de las inscriptas, frente al 90 por ciento de los varones.
Además, una mujer -Emilia Collado- fue elegida intendenta de Calingasta, y otra
-Ema Acosta- diputada.
Pero en diciembre de ese año el gobernador Cantón fue depuesto, la Ley
fue derogada y las mujeres eliminadas del padrón electoral.
En 1945, desde la Secretaria de Trabajo y Previsión, el entonces coronel
Juan Domingo Perón inauguró una política específica dirigida a las mujeres. En
ese ámbito creó la División de Trabajo y Asistencia a la Mujer. Se reflotó la
cuestión del sufragio femenino. El 26 de julio de 1945, en un acto celebrado en
el Congreso, Perón hizo explícito su apoyo a la iniciativa. Se formó entonces
la Comisión Pro Sufragio Femenino.
En 1946 Eva Duarte de Perón pasó a presidir esa Comisión, y comenzó a
presionar para que se sancionara la ley. Para alcanzar el objetivo emprendió
una campaña incesante con los legisladores, con las delegaciones que la
visitaban, con las mujeres agrupadas en los centros cívicos, a través de la
radio y de la prensa. El mensaje de Evita iba dirigido a todo el universo
femenino, y las mujeres lo hicieron suyo y pasaron a desempeñar un papel
activo.
Se realizaron mítines, se publicaron manifiestos y grupos de obreras
salieron a las calles a pegar carteles reclamando la aprobación de la ley.
Centros e instituciones femeninas emitieron declaraciones de adhesión. Evita
fue reconocida por las mujeres como su
portavoz natural.
El 9 de septiembre de 1947, con los palcos del Congreso repletos de
mujeres, se logró la sanción de la Ley
Nº 13.010, que se promulgó el 23 de septiembre del mismo año. El 11 de
noviembre de 1951, las mujeres argentinas emitimos por primera vez nuestro
voto. En esa ocasión votaron 3.816.654 mujeres.
El 63,9 por ciento lo hizo por el Partido Peronista, el 30,8 por ciento
por la Unión Cívica Radical. A su vez, el Partido Peronista fue el único de
ambos que llevó mujeres en sus listas. En 1952 asumieron sus bancas 23
diputadas y seis senadoras.
El voto femenino es la norma que nos iguala como ciudadanas de las
sociedades que integramos, y ello gracias a la ardua lucha de nuestras
antecesoras, que bregaron afanosamente en la búsqueda de esa igualdad de
oportunidades para hombres y mujeres.
Ellas, las feministas, fueron sin duda mujeres que desafiaron su tiempo,
y se convirtieron en los primeros peldaños de una lucha que luego continuaron
otras, y que hoy tenemos la obligación de sostener y acrecentar nosotras.
Mensaje a la mujer argentina
Mujeres
de mi país, compañeras:
Creo que hablamos ya un mismo lenguaje de fe, y abrigamos una misma
esperanza de superación para el futuro de nuestra patria. Creo que estamos cada
jornada más juntas, más íntimamente ligadas con nuestro destino paralelo. Creo
que, día a día, aquí y allá, en las fábricas, o en los surcos, en los hogares o
en las aulas, se acrecienta esa fuerza de atracción que nos reúne en un inmenso
bloque de mujeres, con iguales aspiraciones y con parejas inquietudes. Creo
que, al fin, hemos adquirido el claro concepto de que no estamos solas, ni
aisladas, sino por el contrario, solidarias y unidas alrededor de una bandera
común de combate.
Sé
quiénes me oyen
Conozco a todas y a cada una de mis compañeras. Te conozco a ti, la que
reveló el taller en toda su magnífica fuerza de mujer de voluntad. Sé tus
luchas, sé tus reacciones, sé tus sueños.
Me gustó que entendieras el lenguaje de la nueva justicia social que
ganaba a los hombres, y que, ardientemente, la aplicaras a tu grupo. Te conozco
también a ti, la “descamisada” del 17 de Octubre, la mujer de la reacción de un
pueblo que no quiso claudicar, ni entregarse. Te observé en las calles. Seguí
tu inquietud. Vibré contigo, porque mi lucha, es también la lucha del corazón
de la mujer que en los momentos de apremio, está junto a su hombre y su hijo,
defendiendo lo entrañable.
Sí, defendiendo la mesa familiar, y el derecho a un destino menos duro.
Defendiendo en resumen, todo aquello que la mujer tiene el deber de defender:
su sangre, su pan, su techo, sus sueños.
Te conozco también a ti, la alejada en distancia, pero no en
sentimiento, la mujer de nuestras chacras y pueblos del interior.
Tú también tienes tu parte, y mereces defenderla. Tú también supiste
alentar a tu gente, y el resultado de tu largo y glorioso sacrificio, es ahora
la noción de vivir en la protección de leyes de trabajo que han remozado tu
corazón y tu rancho. Tú también tenías el derecho a la sonrisa, como cualquiera
de las mujeres que en esta tierra opulenta, supieron arrostrarlo todo, siempre
y en todo instante.
Conozco a mis compañeras, sí. Yo misma soy pueblo. Los latidos de esa
masa que sufre, trabaja y sueña, son los míos.
No olvido
mis deberes de mujer Argentina
Así como el destino me hizo ser la esposa de General Perón, vuestro
presidente, me hizo también adquirir la noción paralela de lo significa ser la
esposa del Coronel Perón, el luchador social. No se podía ser la mujer del
presidente de los argentinos, dejando de ser la mujer del primer trabajador
argentino. No se podía ser la mujer del presidente de los argentinos, dejando
de ser la mujer del primer trabajador argentino. No se podía llegar al
encumbrado e inútil sitial de esposa del General Perón, olvidando el puesto de
tesón, y de lucha, de esposa del antiguo Coronel Perón, el defensor de los
“descamisados”.
Me lo hubieran permitido el protocolo, las costumbres de nuestro país,
la línea del menor esfuerzo, la inercia, la vanidad, la satisfacción, el
prurito de ignorar estando arriba, aquello que está abajo, fuera de la pupila.
Nadie me hubiera recriminado ser solamente la esposa del general Perón,
confundiendo mis deberes sociales. Pero me lo hubiese impedido el corazón. Me
lo hubiese impedido el ejemplo de una conducta inflexible. Me lo hubiese
recriminado, diariamente, esa pasión de trabajo, esa fe iluminada, y esa
permanente inquietud por su pueblo, que caracteriza al General Perón. Por eso,
estoy con vosotras. Por eso, seguiré junto al que sucumbe. Por eso, compañeras,
mi acción social irá ensanchándose, en la medida que se ensanchan las heridas y
las necesidades de ese noble y cálido pueblo de cuyo seno he salido. No tengo
otra vanidad, ni otra ambición, que sea: servir, ser útil, volcarme en la
inquietud de cualquiera de los millones de mujeres, que ahora poseen un claro
sentido de su deber y una noción real de sus derechos.
Nuestro
baluarte: el hogar
El hogar, esa célula social, donde se incuban los pueblos es la argamasa
nobilísima y celosa, de nuestra tarea. Al hogar estamos llegando, y el hogar de
los argentinos, nos va abriendo sus puertas, que son como el corazón ansioso
del país. Todo lo hemos supeditado, repito, al fin último y maravilloso de
“Servir”. Servir a los “descamisados”, a los débiles, a los olvidados, que es
servir -precisamente- a aquellos cuyo hogar conoció el apremio, la impotencia,
y la amargura. Del odio, la postergación, o la medianía, vamos sacando
esperanza, voluntad de lucha, inquietud, fuerza, sonrisa. El hogar, que
determinó el triunfo popular del Coronel Perón, no podía ser traicionado por la
esposa del Coronel Perón. Vosotras mismas, espontáneamente, con esa cálida
ternura que distingue a las camaradas de una misma lucha, me habéis dado un
nombre de lucha: Evita.
Prefiero ser solamente “Evita” a ser la esposa del Presidente, si ese
“Evita” es pronunciado para remediar algo, en cualquier hogar de mi patria.
La mujer
debe ir a la acción política.
Todo ello, no hace sino unirnos cada vez más, compañeras.
Y al unirnos, colocarnos en un plano social nuevo. La mujer argentina ha
superado el período de las tutorías civiles. Aquélla que se volcó en la Plaza
de Mayo el 17 de Octubre; aquélla que hizo oír su voz en la fábrica, y en la
oficina y en la escuela; aquélla que, día a día, trabaja junto al hombre, en
toda la gama de actividades de una comunidad dinámica, no puede ser solamente
la espectadora de los movimientos políticos. La mujer debe afirmar su acción.
La mujer debe optar. La mujer, resorte moral de un hogar, debe ocupar su
quicio, en el complejo engranaje social de un pueblo. Lo pide una necesidad
nueva de organizarse, en grupos más extendidos y remozados. Lo exige en suma,
la transformación del concepto de la mujer, que ha ido aumentando sacrificadamente
el número de sus deberes, sin pedir el mínimo de sus derechos.
Unirse y
afirmar una voluntad.
Yo considero, amigas mías, que ha llegado quizá el momento de unirnos en
esta faz distinta de nuestra actividad cotidiana.
Me lo indica, diariamente, la inquietud de vuestros pensamientos y la
ansiedad que noto cada vez que cruzamos dos palabras.
La Mujer argentina ha llegado a la madurez de sus sentimientos y sus
voluntades. La mujer argentina, debe ser escuchada, porque la mujer argentina
supo ser aceptada en la acción. Se está en deuda con ella. Es forzoso
restablecer, pues, esa igualdad en los deberes. La mujer que recorrió a pie
largas distancias, para afirmar junto al hombre, una voluntad: la “descamisada”
que convirtió cada hogar en un baluarte de exaltación revolucionaria; el
corazón que sustento, sin desmayo ni retroceso, el triunfo del pueblo el 24 de
febrero, no podrá ser olvidado por los hombres que salieron ungidos sus
representantes, en aquella histórica contienda cívica. Esos hombres no olvidaron
a la mujer. Esos legisladores del pueblo, recordarán a la entraña de ese
pueblo: la mujer argentina, llegada a su madurez social y política. El voto
femenino, será el arma que hará de nuestros hogares, el recaudo supremo e
inviolable de una conducta pública. El voto femenino, será la primera apelación
y la última. No es sólo necesario elegir, sino también determinar el alcance de
esa elección. En los hogares argentinos de mañana, la mujer con su agudo
sentido intuitivo, estará velando por su país, al velar por su familia.
Su voto será el escudo de su fe. Su voto será el testimonio vivo de su
esperanza en un futuro mejor. Los legisladores saben eso, compañeras. Es
premioso recordarles que no lo olviden. Esa es una de las formas de nuestra
lucha cotidiana, amigas, ahora que nos hemos conocido mejor y estamos unidas
por todo el país, en un bloque solidario.
Soy la
primera camarada de lucha
La mujer del presidente de la República, que os habla, no es -en este
sentido- más que una argentina más, la compañera Evita, que está luchando por
la reivindicación de millones de mujeres, injustamente pospuestas, en aquello
de mayor valor en toda conciencia: la voluntad de elegir, la voluntad de
vigilar, desde el sagrado recinto del hogar, la marcha maravillosa de su propio
país. Esta debe ser nuestra meta.
MARIA EVA DUARTE DE PERÓN
23 de septiembre de 1947 - Se promulga la ley del voto femenino
El 23 de septiembre, la CGT organizó una concentración en Plaza de Mayo para celebrar la promulgación de la ley 13.010, que concedía el voto a la mujer. Un público numeroso concurrió desde temprano al evento. Tras la firma del decreto, Perón se lo entregó a Evita en un gesto simbólico que expresaba el reconocimiento del gobierno por su campaña a favor de los derechos políticos de la mujer.
Pese a que la lucha por los derechos de la mujer en el país se remontaba a finales del siglo XIX, ya en 1946 Evita hizo suya la campaña a favor del voto femenino. Tras las elecciones de febrero de ese año, que dieron el triunfo a la fórmula Perón-Quijano, Evita pronunció su primer discurso oficial. En él manifestaba su apoyo a los derechos políticos de la mujer:
“La mujer del presidente de la República, que os habla, no es más que una argentina más, la compañera Evita, que está luchando por la reivindicación de millones de mujeres injustamente pospuestas en aquello de mayor valor en toda conciencia: la voluntad de elegir, la voluntad de vigilar, desde el sagrado recinto del hogar, la marcha maravillosa de su propio país. Esta debe ser nuestra meta. Yo considero, amigas mías, que ha llegado el momento de unirnos en esta fase distinta de nuestra actividad cotidiana. Me lo indican diariamente la inquietud de vuestros pensamientos y la ansiedad que noto cada vez que cruzamos dos palabras.
”La mujer argentina supo ser aceptada en la acción. Se está en deuda con ella. Es forzoso establecer, pues, esa igualdad de derechos, ya que se pidió y obtuvo casi espontáneamente esa igualdad de los deberes. El hogar, esa célula social donde se incuban los pueblos, es la argamasa nobilísima de nuestra tarea. Al hogar estamos llegando y el hogar de los argentinos nos va abriendo sus puertas, que son el corazón ansioso del país. Todo lo hemos supeditado, repito, al fin último y maravilloso de servir. Servir a los descamisados, a los débiles, a los olvidados, que es servir –precisamente- a aquellos cuyos hogares conocieron el apremio, la impotencia y la amargura. Del odio, la postración o la medianía, vamos sacando esperanzas, voluntad de lucha, inquietud, fuerza, sonrisa.
”El hogar, que determinó recién el triunfo popular del coronel Perón, no podía ser traicionado por la esposa del coronel Perón.
”La mujer argentina ha superado el período de las tutorías civiles. Aquella que se volcó en la Plaza de Mayo el 17 de Octubre; aquella que hizo oír su voz en la fábrica, en la oficina y en la escuela; aquella que, día a día, trabaja junto al hombre en toda gama de actividades de una comunidad dinámica, no puede ser solamente la espectadora de los movimientos políticos.
”La mujer debe afirmar su acción, la mujer debe votar. La mujer, resorte moral de un hogar, debe ocupar su sitio en el complejo engranaje social de un pueblo. Lo pide una necesidad nueva de organizarse en grupos más extendidos y remozados. Lo exige, en suma, la transformación del concepto de la mujer, que ha ido aumentando sacrificadamente el número de sus deberes sin pedir el mínimo de sus derechos.
”El voto femenino será el arma que hará de nuestros hogares el recaudo supremo e inviolable de una conducta pública. El voto femenino será la primera apelación y la última. No es sólo necesario elegir, sino también determinar el alcance de esa elección.
”En los hogares argentinos del mañana, la mujer, con su agudo sentido intuitivo, estará velando por su país al velar por su familia.
”Su voto será el escudo de su fe. Su voto será el testimonio vivo de una esperanza, de un futuro mejor”.
El 23 de septiembre de 1947, Eva Perón manifestaba en la Plaza de Mayo:
“Mujeres de mi patria: recibo en este instante de manos del gobierno de la Nación la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo entre vosotras con la certeza de que lo hago en nombre y representación de todas las mujeres argentinas, sintiendo jubilosamente que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria. Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos artículos, una historia larga de luchas, tropiezos y esperanzas. Por eso hay en ella crispación de indignación, sombra de ataques amenazadores pero también alegre despertar de auroras triunfales. Y eso último se traduce en la victoria de la mujer sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados de las castas repudiadas por nuestro despertar nacional”
Suscribirse a:
Entradas (Atom)